Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara
Todos mis
conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que
fui ordinario, inmundo, vil,
un
parásito descarado,
un tipo
imperdonablemente sucio
al que
tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que
fui ridículo, absurdo,
que me
llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui
grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que
recibí insultos sin abrir la boca
y que fui
todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que
resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que
sentí los guiños de los changadores,
yo que
estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que
aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que
sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy
cuenta que no hay en este mundo otro como yo.
La gente
que conozco y con la que hablo
nunca cayó
en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue
sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Ah,
quien pudiera oír una voz humana
confesando
no un pecado sino una infamia;
contando
no una violencia sino una cobardía!
Pero no,
son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que
no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh
príncipes, mis hermanos!
¡Basta,
estoy harto de semidioses!
¿Dónde
está la gente de este mundo?
¿Así que
en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?
Admitirán
que las mujeres no los amaron,
aceptarán
que fueron traicionados - ¡pero ridículos nunca!
Y yo que
fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo
puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he
sido vil, literalmente vil,
vil en el
sentido mezquino e infame de la vileza.
Fernando
Pessoa
By. Sergio Andrés Aguirre Barragan
@saabarragan
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